viernes, 16 de mayo de 2014

Siddhartha

De esos libros que te dejan algo en el alma, gracias Hermann Hesse:

"Pronto no pudo distinguir ya más aquellas voces, las alegres de las llorosas, las infantiles de las varoniles: todas se le confundían y entremezclaban, los lamentos del deseo y la risa del sabio, los gritos de cólera y los estertores de los moribundos, todo se hacía uno, se entretejía y anulaba en mil diversos modos. Y todo ese conjunto, todas las voces, todas las metas, todos los deseos, todos los sufrimientos, todos los placeres, todo el bien y todo el mal, todo eso junto era el mundo."

lunes, 5 de mayo de 2014

MARLON, un altre dels meus contes. A veure què...

Se espeluznaba sólo de pensarlo. Le parecía horrible llegar tan sólo a imaginarse capaz de ello. Marlon estaba sentado sobre una caja en el almacén, recordaba las bonitas mañanas de los lunes con María, disfrutando de su compañía entre las sábanas blancas, sin tener que estar pendiente del reloj. Su olor, su piel, su risa… Lágrimas se acumulaban en sus pardos ojos. De pronto, oyó al encargado que preguntaba por él, así que se decidió a salir de su escondrijo; debía concentrarse en el trabajo y olvidar sus preocupaciones. Mañana todo sería diferente.

Debía colocar platos, copas y cubiertos. El restaurante estaba a punto de abrir sus puertas y los clientes empezarían a llegar. Ojalá tenga hoy suerte con las propinas… Marlon entretenía su mente, mientras, María lo miraba desde la otra punta del local, deseosa de encontrar su cómplice mirada.

Una pareja de ingleses se sentaron en una de sus mesas. Empezaba la intensa jornada. Otra mesa, una familia, otra, una pareja de enamorados, otra… El restaurante tenía mucho éxito, estaba bien situado, en la Plaza Real de Barcelona, cerca de la vivienda que Marlon compartía con otros compatriotas desde que llegó a la ciudad. Entre plato y plato no podía evitar seguir pensando en ello, la solución le parecía cada vez mejor. No podía dejar a María, la amaba cómo había amado a Carmen, madre de sus dos hijos. María era la luz, Carmen se había convertido en las tinieblas, sin quererlo ella, sin quererlo él; la distancia se había encargado de desenfocar su imagen, en cambio, su “españolita dulce” –como él la llamaba- era totalmente nítida y clara.

Hacia las dos y media lo decidió. Debía quitarse el problema de en medio y debía hacerlo antes que el restaurante empezara a estar más tranquilo. El accidente debía tener lugar aprovechando el bullicio de la gente yendo y viniendo, de compañeros con platos arriba y abajo. Eso era… arriba y abajo. Él estaba abajo, María arriba… Lo veía algo fácil, en un segundo problema resuelto. Además, si lo hacía bien, parecería otra víctima del mismo suceso.

Cogió la crema de puerros y los tallarines boloñesa de la barra de la cocina justo en el momento que María pasaba por su lado sonriéndole, entonces la empujó cayendo sobre ella, ambos rodaron escaleras abajo. Problema resuelto, pensó. Reinaba el silencio entre los comensales, sólo se oía a María diciendo ¡mi bebé, mi bebé! mientras Marlon dejaba de sentir sus piernas. Mañana todo sería diferente.





jueves, 1 de mayo de 2014

A las puertas del infierno.. os dejo uno de mis cuentos

Afrodita había perdido toda su belleza, estaba sucia, desaliñada, pero, aunque su tez parecía de color verdoso y su cabellera llevara tiempo sin ser peinada, no había perdido su fuerza. Protestaba sin descanso, insultando y escupiendo a su carcelera, aunque Atenea la tratara con desdén.

Era tal su estado que Atenea, a su lado, resultaba incluso más atractiva –algo impensable tiempo atrás-. Altiva, sintiéndose fuerte, despreciaba a su antigua rival, ignorándola durante días, incluso meses.

Pero Atenea nunca conseguiría la dulzura que su presa había tenido, las artes que habían hecho que viviera en tan bellos lugares, con tanto amor. La vida de Atenea era intensa, sí, pero fría, sin risas. Era admirada por su valor, por su sabiduría, por su saber estar al lado de los que la necesitaban. Pero sabía perfectamente que si abría la puerta a Afrodita, ésta volvería a ser el centro de atención y, sería más ostensible, y ya nadie, repito, nadie, la tendría en consideración, no se recordaría a la áspera y distante Atenea.

Un día Afrodita decidió cambiar de táctica, no podía ser que quien la mantenía secuestrada en aquella mazmorra hubiera perdido todo atisbo de humanidad. Conocía de su gran corazón para nobles causas, ¿por qué no podía compadecerse de ella? Así que se decidió a hablarle.

-Atenea, déjame salir.

-Sabes que nunca lo haré.

-Sólo quiero respirar un poco, aquí me ahogo. No has de tenerme miedo.

-¿Miedo yo? No seas ingenua.

-¡Hace tanto que no me visitabas! Estás muy bella Atenea. ¿Por qué no me dejas salir? ¿No crees que ya recibí suficiente castigo? Sé que para ti soy una carga, realmente. Siempre ahí, en tu conciencia, ¿no sería mejor que me dejaras marchar?

-Puedo vivir con ese peso. Si te dejara ir, anularías mi presencia. Eres mala Afrodita, te dejas llevar por los placeres de la vida sin pensar en las consecuencias. Me heriste a mí y podías haber herido a muchos más. El orden es hermoso, Afrodita, es hermoso y justo. Tú eres todo caos y, el caos, como tú, es propio del inframundo, por eso decidí encerrarte aquí, en la puerta del infierno.

-Enséñame a vivir más mesuradamente. Los hombres me engañan con sus artimañas y consiguen de mí lo que quieren. Yo te admiro, Atenea, eres fuerte, en cambio, yo, yo no, yo soy débil.

-Por eso te encerré, porque eres una loca que no controla sus impulsos. En el fondo te hice un favor.

-Lo sé, Atenea, y por ello te doy las gracias. Ahora quiero que me enseñes a ser mejor, quién mejor que tú puede enseñarme… Por eso te pido que abras esta puerta y me aceptes como tu discípula.


Y entonces Atenea, sorprendentemente, abrió la puerta y, también sorprendentemente, Afrodita la abrazó llorando y pidiéndole perdón.

martes, 1 de abril de 2014

FELIZ

Me levanté y decidí ser feliz. Sí, creo que todos podemos hacerlo... proponernos ser felices. Y de eso hace ya bastante.
Yo diría que nadie tiene claro en qué consiste la felicidad, y mientras tanto muchos se creen habilitados para recetárnosla y cuestionarnos la propia. 
"Tú no eres feliz", me dijeron hace poco. ¿Qué es ser feliz? ¿Desentenderte de los problemas? ¿Creer que todo te será dado por gracia divina? ¿Pensar que vives en la eterna juventud y nunca llegará el mañana, con todos sus achaques y calamidades?
En aquel momento sabía claramente, como ahora, que me siento suficientemente a gusto conmigo misma, que tengo proyectos de futuro que me llenan, a la vez que me dan dolores de cabeza, que tengo amigos y amigas que me acompañan cuando los necesito y una familia a mi lado... no sé si eso es ser feliz, pero yo lo siento así y intento guiar mi vida hacia la felicidad absoluta, aunque sé que no existe, vaya, estoy convencida de ello.
Y ahora llegó la primavera, unos acelerados, otros nostálgicos, así nos sentimos. ¿Podría decirse que en primavera sólo son felices los equilibrados?, y ¿qué es el equilibrio?
Bueno, después de tanto rollo, sólo puedo desearos que si no lo habéis hecho ya, decidais ser felices... a vuestra forma.

viernes, 31 de enero de 2014

RESPETARÁS AL PRÓJIMO

Me enseñaron.. o quizá yo aprendí mal... a ser respetuosa con la gente, con el ser humano en general. 
Pero a veces me siento un bicho raro.. cuando voy al volante de mi automóvil raramente insulto a alguien (no solucionaría su destreza al volante), cuando escribo en mi perfil de Facebook no llamo gordo a nadie (ya debe ser consciente de su problema), cuando tengo delante de mis narices a alguien que creo poco capacitado, no le digo que hace mal su trabajo (eso le corresponde a su jefe, en todo caso)...
Enarbolando la bandera de la sinceridad y llamando al resto de la humanidad hipócritas, unos cuantos, cada vez más, se creen con derecho a infravalorar todo lo ajeno, incluso, a veces, a despreciar a los demás.
No confundamos el derecho al pataleo y a la reclamación en instancias superiores, con el insulto gratuito a nuestros iguales.